Hombres, ¿cómo ligar con ellos?

Es fácil, ponte al lado de uno y tose. Él se montará esta película:

-«¡Joder! Está al lado mía y ha tosido, eso es que quiere algo ¿o no? ¿Será la falsa sensación de confianza que da el alcohol? Noooo, es imposible jejeje ¡Le gusto! Con la tos me está diciendo que está mala, necesita que la cuiden y que necesita mimos ¡Y qué «mimos» le voy a dar yo en su casa o en la mía! ¡Hostia, me acaba de mirar! Ya no hacen falta más señales esta tía quiere rollo conmigo ¿o con el tipo cachas y moreno que está justo a mi lado? Dicen que a ellas les importan más el interior, aunque si yo fuese una tía sería la más puta del pueblo. Está decidido, le voy a entrar.

Verano

Hace mucho más de una década tuve la primera y última experiencia en unos campamentos. Jamás, por desgracia olvidaré ese trauma, aunque espero que el alzheimer de mi vejez ayude a algo.

Si alguna vez habéis oído que la comida en los campamentos no es diferenciable a un puñado de barro en un plato, no os están exagerando, incluso es peor todavía. Aquel día me habían llegado a mis oídos que para esconder la comida del campamento, lo mejor era cavar un agujero en el suelo y luego echar la comida.

Yo pensaba que no podía ser para tanto, además, aquella tarde tocaba de comer habichuelas, mi comida favorita. Fui con toda la ilusión de un niño a por el plato, me echaron las habichuelas pero yo solamente alcanzaba a ver tres habichuelas y una sustancia roja de textura pegajosa, entonces empecé a pensar como enterrar todo el plato en la tierra. Al llegar a la mesa mis compañeros vieron la cara que puse y unos de ellos me dijo:

– Entiérrala en el suelo que seguro no se dan cuenta.

Y eso hice la enterré, cuando estaba excavando encontré unos cinco tenedores enterrados en el suelo e imaginé en el calvario alimenticio que iba a sufrir durante esa semana.

Cuando fui a entregar el plato me dijo el tío:

– ¿Te han gustado?

– Si, estaban muy buenas –le dije yo.

– Pues toma un poquito más –me decía sonriente el mal nacido- son buenas para la salud.

– No gracias, si me las como yo mis compañeros no tendrán nada para comer.

Al final me volvió a echar otro plato, y las volví a enterar. Y no me digáis que muchos niños se mueren de hambre, ni ellos querían esos “residuos nucleares”. Esto que os acabo de contar es lo menos grave que me pasó en los campamentos.